Introducción
Durante la última década, como consecuencia de la crisis económica, social y política en Venezuela, el desplazamiento de población venezolana se consolidó como el mayor movimiento migratorio en la historia reciente de América Latina y uno de los más relevantes del mundo.
De acuerdo con la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), para junio de 2025 existen más de 7,7 millones de venezolanos refugiados y migrantes en el mundo, de los cuales 6,6 millones se encuentran en América Latina y el Caribe (R4V, Population Map, junio 2025).
La agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) reportó en su informe Tendencias Globales 2024 que Venezuela constituye ya la mayor crisis de desplazados del planeta, afirmando que 6,2 millones de personas venezolanas están refugiadas o requieren protección internacional. Esta cifra supera significativamente los desplazamientos originados en Siria y Ucrania. Según este mismo informe de ACNUR, solo en 2024 unas 268.100 personas venezolanas solicitaron asilo o recibieron algún tipo de protección en otros países.
Dentro de ese flujo, Argentina se ha posicionado como uno de los cinco principales países de destino. Según R4V, para 2025 residen en el país cerca de 200.000 venezolanos, cifra que lo convierte en uno de los polos receptores más importantes del Cono Sur, junto con Chile y Uruguay (R4V, Population Map, 2025).
De acuerdo al informe “Cuadernos de Hábitat y Migración” de la Fundación Tejido Urbano, entre 2018 y junio de 2024, el país otorgó más de 520.600 residencias permanentes y 599.300 residencias temporarias, lo que da cuenta de la magnitud del sistema migratorio argentino en términos de incorporación de población extranjera. Dentro de este universo, la comunidad venezolana se posiciona como el colectivo más numeroso: en ese período se concedieron 175.351 residencias permanentes y 180.039 temporarias a personas de nacionalidad venezolana. El pico se registró en 2021, con 83.875 residencias permanentes, en el marco de procesos de regularización masiva. Si bien en los años posteriores el volumen anual disminuyó, los registros continúan en niveles elevados, confirmando que la migración venezolana dejó de ser una oleada coyuntural para constituirse en un componente estructural del mapa migratorio argentino.
Según el Censo Nacional de Población 2022, en Argentina residían alrededor de 162 mil personas venezolanas. Sin embargo, estimaciones más recientes de la ONU y de la Encuesta Permanente de Hogares elevan la cifra a aproximadamente 195 mil hacia mediados de 2024. Más de la mitad de esta población reside en la Ciudad de Buenos Aires, con estimaciones que oscilan entre 84 mil y 100 mil personas, y otro porcentaje significativo se localiza en el conurbano bonaerense. Neuquén y Córdoba completan el mapa de asentamiento, aunque con magnitudes claramente menores.
La inserción territorial de la comunidad venezolana presenta una marcada concentración metropolitana. El 83,8 % de las residencias otorgadas a personas venezolanas se resolvieron en la Ciudad de Buenos Aires y el AMBA, lo que refleja una estrategia de instalación en grandes áreas urbanas, donde el acceso al mercado de alquiler, al empleo y a redes comunitarias resulta relativamente más factible. Solo la oficina central de la Ciudad de Buenos Aires concentró más de 248.000 trámites de residencia, mientras que delegaciones como La Plata, Pilar, Moreno y Almirante Brown completan el patrón de radicación con saldos menores pero significativos.
Desde el punto de vista demográfico, la comunidad venezolana presenta una estructura joven y predominantemente activa, con una ligera mayoría femenina. La pirámide poblacional refleja con claridad un patrón de migración en red: en una primera etapa arribaron jóvenes solos o en pareja, seguidos luego por madres, padres y otros familiares. En los últimos años se observa un crecimiento de la población infantil, lo que refuerza la hipótesis de un proceso de enraizamiento progresivo.
Este perfil demográfico y territorial se traduce en un patrón habitacional claramente diferenciado respecto de otros colectivos migrantes. La dependencia del mercado de alquiler es casi total: el 92,8 % de los hogares venezolanos son inquilinos, con trayectorias residenciales caracterizadas por alta movilidad y rotación. Aunque la inserción se da mayormente en alquileres formales o contratos temporarios (lo que otorga cierta estabilidad inicial), esta modalidad expone a los hogares a la volatilidad de ingresos, a barreras documentales persistentes. Las desigualdades internas del colectivo se expresan también en la coexistencia de hogares unipersonales y hogares con hacinamiento, así como en la elevada proporción de hogares extendidos o compartidos.
El alto capital educativo constituye otro rasgo estructural de esta migración. El 70,1 % de la población activa cuenta con estudios universitarios completos, porcentaje que asciende al 84 % si se incluyen quienes aún se encuentran en formación. Este nivel educativo explica en parte la capacidad de sostener alquileres en zonas centrales y de clase media de las grandes ciudades, aunque muchas veces a costa de un esfuerzo económico considerable. En paralelo, la estructura laboral combina asalariados formales, trabajadores informales y cuentapropistas, con fuerte presencia en sectores como la gastronomía, los servicios personales y los oficios domiciliarios.
Este esquema económico-laboral tiene un correlato directo en la condición habitacional. Si bien muchos hogares venezolanos logran insertarse en deciles de ingreso medio y medio-alto, lo hacen con niveles elevados de sobreocupación laboral, jornadas extensas o múltiples empleos. La fragilidad se manifiesta en la fuerte dependencia de ingresos monetarios regulares: cualquier interrupción puede poner en riesgo la continuidad del alquiler. A ello se suma el envío sostenido de remesas al exterior, que, según datos del Banco Mundial, superó los 1.000 millones de dólares anuales desde 2022, lo que indica que una parte significativa del esfuerzo económico realizado en Argentina se destina al sostenimiento de redes familiares fuera del país.
El estudio forma parte de un esfuerzo conjunto entre la Asociación Civil Alianza por Venezuela y la Fundación Tejido Urbano, en el marco de sus líneas de trabajo sobre hábitat, derecho a la vivienda e integración de la población migrante.
“Alianza por Venezuela” desarrolla acciones de acompañamiento integral a personas migrantes y refugiadas venezolanas, con foco en la regularización migratoria, el acceso a derechos, la integración social y el fortalecimiento comunitario.
“Tejido Urbano”, por su parte, es un espacio de formación, intercambio y reflexión orientado a actores gubernamentales, sociales, académicos y políticos. Desarrolla intervenciones concretas de mejoramiento habitacional en articulación con las comunidades involucradas, promoviendo acciones directas que fortalecen los entornos urbanos y contribuyen a la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes. Asimismo, impulsa una agenda abierta de encuentros, instancias de diálogo y producción de conocimiento dirigida a quienes abordan y problematizan las políticas de hábitat y vivienda en la ciudad, con el objetivo de promover enfoques integrales y soluciones sostenibles.
El propósito central de esta investigación es conocer en profundidad la situación sociohabitacional de la población venezolana residente en el Área Metropolitana de Buenos Aires, con el objetivo de comprender sus necesidades, identificar patrones de vulnerabilidad y estabilidad, formular líneas de acción y establecer prioridades de intervención. El énfasis está puesto en las problemáticas que devienen de la inestabilidad residencial (movilidad frecuente, sobrecarga económica, informalidad contractual) y en la manera en que estas dimensiones se articulan con las trayectorias migratorias, laborales y familiares.
Metodología
El estudio se basa en una encuesta cuantitativa, descriptiva y de carácter exploratorio, desarrollada de manera conjunta por la Asociación Civil Alianza por Venezuela y la Fundación Tejido Urbano. El relevamiento estuvo orientado a captar las experiencias habitacionales de la población venezolana desde su llegada a Argentina hasta su situación residencial actual, incorporando dimensiones migratorias, laborales, económicas y familiares.
La población objetivo estuvo compuesta por personas de nacionalidad venezolana, mayores de 18 años, residentes en la Ciudad de Buenos Aires o el AMBA, que hubieran atravesado al menos una experiencia de alquiler de vivienda en Argentina al momento de responder el cuestionario. El acceso a la muestra se realizó a través de las redes de beneficiarios, participantes y seguidores de los programas y canales de comunicación de Alianza por Venezuela, lo que implica una fuerte inserción de la muestra en redes asociativas y comunitarias.
El instrumento de recolección consistió en un cuestionario en línea, auto administrado, compuesto por 51 preguntas organizadas en seis bloques temáticos: (A) datos sociodemográficos y migratorios; (B) inserción laboral, ingresos y situación económica; (C) composición del hogar y estructura familiar; (D) primera vivienda alquilada y trayectoria residencial; (E) vivienda actual; y (F) barreras percibidas, expectativas y perspectivas a futuro.
La encuesta fue respondida por 631 personas. Luego de una depuración inicial (que incluyó la eliminación de registros duplicados o incompletos en variables clave) se trabajó con el conjunto de 612 casos válidos disponibles para cada análisis específico. Los resultados no son estadísticamente representativos del total de la población venezolana residente en Buenos Aires, pero constituyen una muestra robusta y cualitativamente significativa que permite identificar patrones, regularidades y problemáticas recurrentes en el acceso a la vivienda.
Desde el punto de vista ético, el estudio respetó los principios básicos de la investigación social con población migrante. La participación fue voluntaria y anónima, no se recolectaron datos sensibles de identificación personal y se informó explícitamente que la información sería utilizada exclusivamente con fines estadísticos, analíticos y de incidencia en políticas públicas de hábitat e integración.
Resultados
A continuación, se presentan los principales resultados del análisis sobre el acceso al mercado de alquiler y el esfuerzo económico asociado a la vivienda, con el objetivo de caracterizar la magnitud y distribución de la carga habitacional que enfrentan los hogares venezolanos en el AMBA. Con el fin de acompañar, profundizar en esta lectura y facilitar un abordaje más detallado, los datos relevados se encuentran disponibles de manera desagregada en un tablero interactivo, que permite explorar la información de forma personalizada y dinámica, cruzando variables clave y observando la heterogeneidad de situaciones habitacionales al interior del colectivo. El tablero puede consultarse en el siguiente enlace:
https://lookerstudio.google.com/u/0/reporting/a7030476-e22d-4939-ab66-57fc0acb97a1/page/p_ivdbmb6wyd
Portal del tablero con datos resumidos de la encuesta

Perfil migratorio y dinámicas de llegada
La migración venezolana hacia Argentina presenta una estructura temporal claramente identificable. La encuesta muestra que el grueso de las llegadas se concentra entre los años 2017 y 2019, período en el que arribó aproximadamente el 60% de las personas encuestadas. Este pico coincide tanto con los momentos más agudos de la crisis venezolana (marcada por la hiperinflación, el colapso de servicios públicos y el deterioro institucional) como con una etapa de mayor apertura de la política migratoria argentina hacia personas venezolanas, que facilitó el acceso a residencias temporarias y permanentes.
Desde el punto de vista de las trayectorias migratorias, el 77,3% de las personas declaró haber migrado directamente desde Venezuela hacia Argentina, mientras que el 22,7% realizó una migración en dos etapas, residiendo previamente en otros países de la región. Entre los destinos intermedios más frecuentes se destacan Perú (8,17%), Colombia (4,41%) y Ecuador (2,78%); seguidas en menor medida se registran trayectorias previas por Chile (1,96%) y Panamá (1,31%). Estas trayectorias escalonadas reflejan estrategias adaptativas frente a las restricciones de ingreso, las oportunidades laborales y las redes disponibles en cada contexto nacional.

Los mapas incluyen territorios en disputa entre Venezuela y países limítrofes. A los fines de esta investigación, se incorporaron de manera amplia para graficar los datos recolectados.
Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
El análisis por estado de origen dentro de Venezuela muestra una fuerte concentración en áreas urbanas y metropolitanas. El Distrito Capital, junto con estados como Miranda, Aragua, Carabobo y Zulia, concentra la mayor parte de los casos relevados. Los grandes centros metropolitanos (particularmente el eje del Gran Caracas y Maracaibo) presentan una mayor propensión a la migración directa hacia Buenos Aires, lo que sugiere afinidades en términos de escala urbana, dinámicas laborales y capital cultural, social y económico. En contraste, las ciudades intermedias muestran una mayor tendencia a trayectorias migratorias escalonadas, con pasos previos por otros países de la región.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
El top 7 de estados de origen está compuesto por:
- Distrito Capital (Caracas) – 22,22%
- Aragua – 10,62%
- Miranda – 9,80%
- Carabobo – 7,12%
- Zulia – 7,19%
- Lara – 5,56%
- Bolívar – 5,07%
Gráfico. Flujo migratorio según estado de origen y país de destino. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Gráfico. Flujo migratorio según estado de origen y localidad agrupada de primera vivienda. AMBA. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Las redes migratorias emergen como un factor estructurante del proceso. Al cruzar año de llegada, edad y motivo de elección del país de destino, se observa un cambio significativo a partir de 2019: mientras que los primeros migrantes priorizaron la facilidad para obtener documentación y el conocimiento previo del país, en los años posteriores la existencia de redes de apoyo en Argentina se convierte en el principal motivo de elección. Este pasaje da cuenta de una lógica de migración por redes, en la que los primeros grupos (mayoritariamente jóvenes y de clase media urbana) habilitan la llegada posterior de familiares, amistades y, más adelante, procesos de reunificación familiar.
Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Hipótesis 1: relaciones entre estructuras urbanas y destinos preferenciales
Es posible que exista un vínculo entre los grandes centros metropolitanos venezolanos (principalmente Gran Caracas y Maracaibo) y la elección de Buenos Aires como destino final. Estas ciudades comparten: escalas urbanas comparables, dinámicas metropolitanas más complejas, y redes sociales, culturales y profesionales con mayor proyección internacional.
En cambio, regiones como Maracay (Aragua), Barquisimeto (Lara) y Valencia (Carabobo) presentan afinidades socio-culturales y geográficas más fuertes con países como Ecuador y Colombia, lo que podría explicar su mayor propensión a realizar una migración escalonada.
Asimismo, se observa una correlación entre orígenes metropolitanos venezolanos y barrios de clase media-alta en Buenos Aires.
Por ejemplo:
- Migrantes del Distrito Capital tienden a radicarse en Comuna 13 (Belgrano).
- Migrantes de Miranda se concentran en Comuna 6 (Caballito) y nuevamente Comuna 13.
- En los demás estados predomina la localización en Comunas 1 y 3, zonas centrales de la ciudad.
Hipótesis 2: razones de migración y patrones territoriales
Aunque la crisis económica es transversal, los estados con ciudades intermedias muestran un peso mayor de la búsqueda de oportunidades laborales, lo que sugiere una migración orientada a mejoras en la movilidad económica.
En Caracas, Miranda y Lara destacan las oportunidades educativas como motivo principal. La situación política tiene mayor incidencia en Miranda, probablemente por su proximidad y dependencia funcional del Gran Caracas.
En Aragua (Maracay) aparece combinada la influencia de la situación política con una percepción más fuerte de inseguridad. Miranda también sobresale en la motivación asociada a servicios de salud, mientras que en Aragua pesa más la reunificación familiar.
Un patrón relevante es que Miranda concentra déficits estructurales en educación y salud, lo que refuerza su carácter como territorio emisor por múltiples vías: políticas, económicas y de servicios públicos.
Cuadro. Razón de emigración según estado de origen. 2025.
| Estado | Crisis Económica | Situación Política | Inseguridad Personal | Reunificación Familiar | Oportunidades Educativas | Oportunidades Laborales | Servicios de Salud |
| Lara (34) | 82.4% | 44.1% | 32.4% | 8.8% | 26.5% | 44.1% | 38.2% |
| Zulia (44) | 75.0% | 43.2% | 38.6% | 13.6% | 18.2% | 36.4% | 38.6% |
| Carabobo (47) | 80.9% | 42.6% | 44.7% | 21.3% | 19.1% | 40.4% | 36.2% |
| Miranda (60) | 70.0% | 48.3% | 50.0% | 21.7% | 25.0% | 33.3% | 43.3% |
| Aragua (65) | 76.9% | 36.9% | 30.8% | 26.2% | 21.5% | 26.2% | 23.1% |
| Distrito Capital (136) | 75.7% | 43.4% | 39.0% | 11.8% | 26.5% | 29.4% | 25.0% |
| Bolívar (31) | 80.6% | 41.9% | 45.2% | 32.3% | 35.5% | 45.2% | 41.9% |
Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Hipótesis 3: La red migratoria como motor del cambio en los patrones de llegada
Al cruzar motivo de elección, año de llegada y rango etario, se observa un cambio estructural en el patrón migratorio hacia Argentina.
1. Fase inicial (2017–2018): jóvenes, documentación fácil y conocimiento previo del país
La población que llegó entre 2017 y 2018, mayormente joven, declaró como principal motivo la facilidad para obtener documentación en Argentina. Entre quienes migraron en 2017, el motivo “Conocía el país previamente” se posiciona entre los tres primeros. Sin embargo, ya en 2018, este motivo cae abruptamente al sexto lugar, lo que indica una transición rápida: los primeros migrantes tenían un vínculo previo con Argentina (por viajes, estudios, redes culturales) mientras que quienes los siguieron ya no compartían esa familiaridad.
Esto sugiere que los primeros grupos migrantes fueron, en su mayoría: jóvenes, de clase media alta venezolana, con fuerte componente metropolitano (principalmente Caracas y áreas urbanas de Miranda y Zulia), y que constituyeron el “primer pie” en Argentina.
2. Fase de expansión de redes (2019 en adelante): la red supera a la documentación
A partir de 2019, el patrón cambia de forma abrupta: el motivo principal pasa a ser la existencia de redes de apoyo en Argentina. Las redes (familiares, amistosas, comunitarias) superan a la documentación como razón dominante. Este cambio indica que la migración comienza a operar bajo una lógica de red típica: primero llegan los jóvenes con más recursos y capital cultural; luego se activa un círculo de llamamiento que incluye a familiares y contactos cercanos.
3. Secuencia de llegada por vínculos y clase social
El proceso parece seguir una secuencia ordenada:
- Primeros migrantes (2017): jóvenes, clase media alta, metropolitanos, con conocimiento previo del país.
- Segunda oleada (2018): jóvenes de sus círculos (amigos, parejas, familiares cercanos), ya sin conocimiento previo pero atraídos por quienes llegaron primero.
- Tercera oleada (desde 2019): padres, abuelos y personas mayores, siguiendo una lógica de reunificación familiar, junto con la llegada más tardía de clases medias del interior venezolano, muchas veces con migración escalonada (Perú, Colombia, Ecuador, Chile) antes de establecerse en Argentina.
4. Diferenciación territorial según la trayectoria de llegada
Este proceso de redes también genera patrones espaciales distintos:
- Los primeros migrantes, metropolitanos y de clase media alta, se asentaron principalmente en barrios de clase media-alta (Belgrano, Caballito, áreas consolidadas de la zona norte y centro).
- Los migrantes más tardíos (clases medias y medias bajas, en muchos casos provenientes del interior de Venezuela) se diferencian por trayectorias residenciales asociadas a zonas centrales y peri-centrales, y a veces a recorridos habitacionales más inestables o alternados.
Perfil sociodemográfico y socioeconómico
El perfil sociodemográfico de la población venezolana encuestada confirma varias de las tendencias señaladas por estudios previos, pero permite además profundizar en la manera en que estas características interactúan con las condiciones de inserción económica y habitacional en el contexto urbano de Buenos Aires.
En primer lugar, se trata de una población predominantemente joven-adulta, concentrada en edades económicamente activas. La mayor parte de las personas se ubica entre los 25 y los 44 años, con una presencia significativa también en los rangos inmediatamente superiores e inferiores. Esta estructura etaria implica una alta disponibilidad para el trabajo y una fuerte orientación a la construcción de proyectos de vida de mediano y largo plazo en el país de destino, lo que resulta clave para comprender la demanda sostenida de vivienda en alquiler.
Gráfico. Nivel educativo por rango etario. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
El nivel educativo constituye uno de los rasgos más distintivos del colectivo. Dos de cada tres personas encuestadas cuentan con formación universitaria completa o estudios de posgrado, y una proporción adicional relevante posee estudios universitarios incompletos. Este alto capital educativo se corresponde con el origen mayoritariamente urbano y metropolitano de la población, y con trayectorias previas de inserción en sectores profesionales, técnicos y administrativos en Venezuela. Sin embargo, el análisis por año de llegada muestra una tendencia descendente en los niveles de formación: mientras que quienes arribaron en 2017 presentan los valores más altos de educación superior, los flujos posteriores incorporan perfiles más diversos en términos educativos y etarios, lo que refuerza la hipótesis de una migración que se amplía y diversifica con el tiempo.
Desde el punto de vista laboral, la población encuestada se encuentra mayoritariamente integrada a la Población Económicamente Activa. No obstante, esta inserción se caracteriza por una estructura ocupacional heterogénea y fragmentada. Una parte significativa accede a empleos formales en relación de dependencia, pero convive con un núcleo persistente de informalidad y un peso elevado del cuentapropismo. Esta combinación da cuenta de estrategias adaptativas frente a un mercado laboral que, si bien absorbe mano de obra migrante, lo hace muchas veces en condiciones por debajo del nivel de calificación real. En términos ocupacionales:
- 39% trabaja en relación de dependencia formal,
- 14% lo hace de manera informal,
- 29% son cuentapropistas (prestadores de servicios profesionales o propietarios de pequeños negocios).
Gráfico. Situación laboral por rango etario. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
La tasa de desocupación (17%) registrada se ubica por encima del promedio del AMBA y se asemeja a la observada en otros grupos estructuralmente vulnerables del mercado de trabajo, como jóvenes y personas en edades avanzadas. Este dato sugiere la existencia de barreras específicas de acceso al empleo, vinculadas tanto a la condición migratoria como a la dificultad de validar títulos, certificar experiencia previa o insertarse en redes laborales formales; y que podría existir una espiral de informalidad no completamente captada por la encuesta.
El análisis por tramos etarios permite identificar una curva de estabilidad laboral. El segmento comprendido entre los 35 y 44 años concentra los mayores niveles de formalidad y estabilidad de ingresos. En los extremos de la estructura etaria la situación se deteriora, aunque por mecanismos distintos: entre los más jóvenes predomina la informalidad y la rotación, mientras que entre las personas de mayor edad aumenta el cuentapropismo y la desocupación. En estos casos, la vulnerabilidad se ve reforzada por una menor cobertura de seguridad social, dificultades de reinserción laboral y una mayor exposición a la volatilidad del ingreso.
En cuanto a la composición familiar, los hogares venezolanos muestran una estructura distinta al promedio del AMBA. Mientras que en la población general los hogares unipersonales superan un tercio, entre los venezolanos representan apenas 11%, lo que indica lógicas familiares más nucleadas y extendidas.
Distribución de tamaños de hogar:
- 2 personas: 27%
- 3 personas: 24%
- 4 personas: 22%
- Más de 4 personas: +15%
Un rasgo relevante es que, a medida que aumentan los tamaños de hogar, no crece proporcionalmente el número de aportantes, lo que implica que parte del grupo debe sostener a población inactiva o dependiente.
Gráfico. Miembros del hogar por aportantes de ingreso. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Carga de cuidados y estructura por edades. El dato más destacado es que el 30% de los hogares venezolanos tiene a una persona mayor de 60 años a cargo, valor casi equivalente al porcentaje de hogares con niños y adolescentes (36%). Además, alrededor del 7% convive con personas con discapacidad, casi el doble del promedio nacional. Esto configura una población con altas necesidades de servicios de salud, acompañamiento y cuidados, lo que se vuelve central para comprender las prioridades y tensiones económicas de los hogares venezolanos residentes en Argentina.
Gráfico. Situación laboral por rango de ingresos. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Desde una perspectiva socioeconómica, la pirámide de ingresos muestra una estructura claramente tensionada. Una proporción significativa de los hogares se ubica en tramos de ingresos bajos o medios-bajos, configurando lo que puede definirse como una clase media frágil. Alrededor de tres de cada diez hogares se encuentran en situación de vulnerabilidad económica, con ingresos inestables y alta dependencia de actividades informales o cuentapropistas. Incluso entre los hogares con ingresos medios, la necesidad de sobreocupación (multiplicidad de empleos o jornadas extensas) aparece como una estrategia frecuente para sostener el costo de vida urbano.
Grupo 1: Ingresos menores a $640.000 (28,9%) (Vulnerabilidad alta). Este grupo concentra a casi 3 de cada 10 venezolanos.
- Desocupación: 32,2%
- Informalidad: 27%
- Cuentapropismo: 22,6%
Los ingresos declarados sugieren la presencia significativa de changas y trabajos temporales inestables. Si bien un tercio convive con otra persona que aporta un salario formal, más de la mitad de los hogares depende exclusivamente de ingresos informales o de pequeños negocios. En síntesis, un cuarto de la población venezolana se encuentra en situación de vulnerabilidad económica estructural.
Grupo 2: Ingresos entre $640.000 y $1.280.000 (33,3%) (Clase media frágil). Es el segmento mayoritario entre los venezolanos encuestados.
- Relación de dependencia formal: 43%
- Cuentapropismo: 37,5%
Predomina una mayor estabilidad laboral, con más de la mitad de los hogares sostenidos por salarios formales, aunque el cuentapropismo también pesa fuerte. Un dato relevante es la sobreocupación (personas con más de una ocupación):
- Primer grupo: 30%
- Segundo grupo: 39%
Este aumento muestra que la “clase media frágil” se sostiene mediante mayor carga laboral para compensar salarios ajustados y un costo de vida elevado.
Grupo 3: Ingresos entre $1.280.000 y $1.920.000 (17%) (Clase media integrada)
Este segmento muestra un salto significativo en calidad laboral:
- Informalidad: 5%
- Relación de dependencia formal: 62%
- Cuentapropismo: 29%
En 2 de cada 3 hogares, el ingreso principal proviene de salarios formales, y la sobreocupación disminuye ligeramente al 37%. Es un grupo que comienza a estabilizarse dentro del mercado laboral argentino.
Grupo 4: Ingresos mayores a $1.920.000 (11%) (Clase media alta consolidada)
En la cima de la pirámide se encuentran quienes tienen mejores condiciones de inserción:
- Relación de dependencia formal: 71%
- Informalidad: 3%
- Cuentapropismo: 26%
Aquí, 8 de cada 10 hogares se sostienen con ingresos laborales formales. La sobreocupación baja nuevamente al 30%, señalando que la estabilidad económica reduce la necesidad de multiplicar horas trabajadas.
En conjunto, el perfil sociodemográfico y socioeconómico de la población venezolana en Buenos Aires puede caracterizarse como el de una población joven, altamente calificada y con una fuerte disposición al trabajo, pero atravesada por procesos de precarización y subutilización de capacidades. Esta situación no responde a déficits individuales de capital humano, sino a barreras estructurales propias de los procesos de integración migrante en mercados laborales segmentados y contextos urbanos de alto costo, lo que tendrá un impacto directo en las trayectorias habitacionales que se analizan en los apartados siguientes.
Gráfico. Evolución del tipo de vivienda entre la primera vivienda y la vivienda actual.. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Acceso a la primera vivienda y trayectorias residenciales
El acceso a la primera vivienda en Argentina constituye un momento crítico dentro de la experiencia migratoria venezolana, ya que condensa de manera simultánea las restricciones económicas, las barreras institucionales y el grado de despliegue efectivo de las redes sociales disponibles al momento de la llegada. A diferencia de la situación habitacional previa en Venezuela (donde una amplia mayoría de las personas encuestadas residía en vivienda propia) el alquiler aparece en Argentina como una experiencia novedosa y, en muchos casos, forzada, lo que amplifica las dificultades de adaptación al funcionamiento del mercado inmobiliario local.
Al llegar a la Argentina, la mitad de las personas venezolanas encuestadas se alojó en un departamento. El resto transitó por soluciones habitacionales más flexibles o precarias: un 18,3% optó por una habitación, un 13,7% por un hostel, hotel o pensión, un 9,8% por un PH o una casa compartida, un 6% en una casa independiente y un 2% en una residencia universitaria. Este abanico muestra que el acceso inicial a la vivienda se organiza en torno a los recursos disponibles, las redes previas y las barreras del mercado formal donde las tipologías iniciales reflejan estrategias de llegada escalonada, en la que la prioridad es resolver de manera inmediata la necesidad habitacional, aun a costa de informalidad, hacinamiento o alta rotación.
Gráfico. Tipo de contrato de alquiler por mecanismo de acceso. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
El análisis detallado de las modalidades de acceso muestra con claridad la centralidad del capital social migrante. Casi la mitad de las personas consiguió su primera vivienda a través de referencias directas de familiares, amistades o contactos dentro de la comunidad venezolana, muy por encima de los canales institucionales o del contacto directo con propietarios. Esta dependencia de las redes no solo facilita el acceso inicial, sino que también opera como mecanismo de compensación frente a la falta de garantías formales, antecedentes crediticios o documentación laboral exigida por el mercado.
Incluso entre quienes accedieron a un departamento con contrato formal, la titularidad directa fue limitada. Una proporción significativa de los contratos estuvo a nombre de terceros (familiares, amistades o conocidos) lo que evidencia una intermediación estructural en el acceso al alquiler. Este fenómeno no debe interpretarse únicamente como una situación transitoria, sino como un rasgo persistente de las trayectorias residenciales migrantes, en el que la formalidad contractual no siempre implica autonomía plena ni seguridad habitacional.
Los contratos temporarios ocuparon un lugar relevante, especialmente entre quienes arribaron en los primeros años del flujo migratorio. Esta modalidad funcionó como una puerta de entrada relativamente flexible al mercado de alquiler, permitiendo sortear requisitos difíciles de cumplir para los recién llegados. Su concentración en zonas centrales de la Ciudad de Buenos Aires sugiere una articulación entre oferta inmobiliaria orientada a la rotación y demanda migrante con necesidad de soluciones rápidas y de corta duración.
En el extremo opuesto, los acuerdos sin contrato aparecen como una estrategia de acceso frecuente en las tipologías más precarias, particularmente en habitaciones y viviendas compartidas. En estos casos, la informalidad permite una mayor titularidad directa y reduce los costos de entrada, pero al mismo tiempo expone a los hogares a altos niveles de inestabilidad, arbitrariedad y vulnerabilidad frente a aumentos de precio o desalojos.
Gráfico. Tipo de contrato de alquiler por duración de la estadía. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
La duración de la permanencia en la primera vivienda ofrece una lectura clave sobre la estabilidad inicial. Si bien una parte relevante logró permanecer un año o más en su primer alojamiento, los datos muestran una movilidad residencial temprana elevada. Las mudanzas estuvieron impulsadas principalmente por la búsqueda de mejores condiciones habitacionales y por el aumento del alquiler, más que por la finalización natural de los contratos. Esto indica que la trayectoria residencial inicial no responde a ciclos contractuales planificados, sino a un proceso de ajuste permanente entre ingresos, tamaño del hogar y oferta disponible.
Al observar la evolución temporal, se identifican diferencias claras según el año de llegada. En el primer momento del flujo migratorio, las tipologías más inestables (habitaciones, hostels y casas compartidas) tuvieron un peso significativamente mayor. Con el correr del tiempo, y a medida que las redes se densificaron y se consolidaron las trayectorias laborales, estas soluciones fueron perdiendo centralidad, dando lugar a un mayor acceso a departamentos y a modalidades de alquiler con mayor permanencia. No obstante, este desplazamiento no fue lineal ni homogéneo, y coexistió con el aumento de acuerdos informales sin contrato, sostenidos fundamentalmente por vínculos de confianza dentro de la comunidad.
En conjunto, las trayectorias residenciales iniciales de la población venezolana en Buenos Aires se caracterizan por una combinación de informalidad parcial, mediación por terceros, alta dependencia de redes y movilidad frecuente. Lejos de constituir una etapa marginal o excepcional, este primer recorrido habitacional sienta las bases sobre las que se estructuran las posibilidades de estabilización posterior, condicionando tanto el acceso a la vivienda actual como la capacidad de proyectar estrategias residenciales de largo plazo.
Transición habitacional y vivienda actual
La comparación entre la primera vivienda en Argentina y la vivienda actual permite identificar con claridad un proceso de transición habitacional que, en términos generales, puede caracterizarse como ascendente, aunque lejos de ser lineal o exento de tensiones. Este recorrido expresa la progresiva estabilización de las trayectorias migratorias, pero también pone de manifiesto la persistencia de barreras estructurales que condicionan las posibilidades reales de elección residencial.
Uno de los cambios más significativos se observa en la tipología de vivienda. Mientras que en el momento de llegada solo la mitad de las personas encuestadas residía en un departamento, en la situación actual esta proporción asciende a más del 70%. De manera complementaria, se registra un aumento moderado del acceso a viviendas tipo casa, lo que sugiere procesos de consolidación residencial en ciertos segmentos de la población. En sentido inverso, las soluciones habitacionales más inestables (habitaciones, hostels y pensiones) pierden centralidad y se reducen a una proporción marginal. Este desplazamiento confirma que, con el paso del tiempo, la población venezolana tiende a abandonar las estrategias habitacionales de emergencia propias de la llegada y a priorizar unidades independientes con mayor privacidad y estabilidad.
No obstante, esta mejora en la tipología no implica necesariamente una reducción proporcional de la vulnerabilidad. La transición habitacional está fuertemente mediada por factores económicos y familiares. Las principales razones de mudanza no responden a ciclos contractuales previsibles, sino a presiones estructurales del mercado. La búsqueda de mejores condiciones habitacionales aparece como el motivo más frecuente, seguida por el aumento del alquiler y, en menor medida, por cambios en la composición del hogar. La finalización del contrato representa un porcentaje reducido de los desplazamientos, lo que refuerza la idea de que las trayectorias residenciales están marcadas por ajustes reactivos más que por decisiones planificadas de largo plazo.
La modalidad contractual en la vivienda actual constituye otro indicador clave del proceso de transición. En comparación con la etapa inicial, se observa un avance significativo hacia la formalización: tres de cada cuatro hogares alquilan hoy bajo contratos tradicionales de largo plazo. Este pasaje está estrechamente vinculado con la regularización migratoria, la mayor estabilidad laboral y la acumulación de experiencia en el mercado local. Sin embargo, la persistencia de un núcleo relevante de informalidad y acuerdos sin contrato evidencia que la formalización no es universal ni automática, y que continúa dependiendo en gran medida de las redes personales y de mecanismos de intermediación; aunque éste no es un fenómeno particular de la población venezolana sino más bien estructural del mercado de alquiler argentino.
El alquiler temporario, que tuvo un peso relevante en la etapa de llegada, pierde centralidad en la vivienda actual. Su reducción sugiere que esta modalidad funciona principalmente como un dispositivo de transición, utilizado para sortear las barreras iniciales del mercado, pero abandonado en cuanto se vuelve posible acceder a contratos más estables. Aun así, su presencia residual indica que para algunos hogares sigue siendo la única alternativa viable frente a la exigencia de garantías, comprobantes de ingresos y otros requisitos formales.
Las razones declaradas para la elección de la vivienda actual permiten profundizar en el análisis de este proceso. El precio accesible y la percepción de que se trataba de la única opción disponible concentran cerca de la mitad de las respuestas, lo que pone en evidencia que el mercado de alquiler continúa imponiendo límites severos al margen de elección de los hogares migrantes. Esta restricción no se distribuye de manera homogénea. Entre los hogares de menores ingresos predomina la lógica de la opción única, mientras que a medida que aumentan los recursos económicos comienza a emerger un abanico más amplio de criterios vinculados a la calidad residencial y al entorno urbano.
Gráfico. Motivos de mudanza. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
En los segmentos con mayores ingresos adquieren relevancia factores como la preferencia por el barrio, la cercanía a establecimientos educativos y la percepción de seguridad. Estos criterios, prácticamente ausentes en las decisiones de los hogares más vulnerables, dan cuenta de un incipiente proceso de arraigo territorial y de construcción de pertenencia urbana. Por el contrario, entre los hogares de menores ingresos persiste la centralidad de la cercanía al trabajo o al estudio, reflejando la necesidad de minimizar costos de transporte y tiempos de traslado en contextos de alta presión presupuestaria.
En relación con las localidades de primera y actual residencia, las respuestas muestran un patrón inicial de concentración territorial en determinadas comunas de la Ciudad de Buenos Aires, particularmente en áreas centrales. En la primera residencia, se registraron 96 casos en la Comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Montserrat, San Telmo, Constitución y Puerto Madero), lo que la posiciona como el principal punto de llegada. Sin embargo, al observar la segunda residencia se advierte una desconcentración: el máximo de casos desciende y el principal destino pasa a ser la Comuna 3 (Balvanera y San Cristóbal), con 63 personas, mientras que la Comuna 1 reduce su peso relativo (59 casos al momento del relevamiento). Este desplazamiento puede asociarse, por un lado, a la disminución de soluciones habitacionales transitorias (habitaciones, hostels y pensiones), que tienden a localizarse con mayor intensidad en la Comuna 1; y, por otro, a una expansión progresiva hacia partidos del Gran Buenos Aires, compatible con dinámicas incipientes de suburbanización y búsqueda de alternativas residenciales ante restricciones de mercado en la Ciudad.
Gráfico. Razones de elección de vivienda actual por rango de ingresos. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Desde una perspectiva longitudinal, la transición habitacional de la población venezolana en Buenos Aires puede entenderse como un proceso de estabilización relativa más que como una consolidación plena. Si bien se amplía el acceso a viviendas independientes y a contratos formales, las decisiones residenciales continúan condicionadas por ingresos ajustados, una oferta limitada y un mercado de alquiler poco adaptado a trayectorias migrantes. La movilidad ascendente existe, pero se produce dentro de márgenes estrechos y bajo condiciones de esfuerzo sostenido, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de estas trayectorias en el mediano y largo plazo.
Barreras estructurales de acceso al alquiler
El análisis de las trayectorias habitacionales de la población venezolana permite identificar un conjunto de barreras estructurales que operan de manera persistente en el acceso al mercado de alquiler, incluso en etapas avanzadas del proceso migratorio. Estas barreras no se presentan de forma aislada, sino que interactúan entre sí, reforzando dinámicas de exclusión parcial y condicionando las posibilidades reales de elección residencial.
La principal barrera identificada es la exigencia de garantías para alquilar. Una proporción ampliamente mayoritaria de las personas encuestadas señala este requisito como el principal obstáculo para acceder a una vivienda. El sistema de garantías vigente (basado en la presentación de escrituras inmobiliarias, seguros costosos o fianzas) resulta particularmente restrictivo para la población migrante, que carece de activos inmobiliarios en el país y enfrenta dificultades para acceder a instrumentos financieros formales. Como resultado, una parte significativa de los hogares se ve obligada a recurrir a intermediaciones personales, contratos a nombre de terceros o modalidades informales.
El segundo gran obstáculo está vinculado al nivel del precio del alquiler. La percepción de que los valores son elevados atraviesa a la mayoría de los hogares, independientemente de su nivel de ingreso. En un contexto de alta inflación y ajustes frecuentes, el costo del alquiler se convierte en el principal factor de presión sobre los presupuestos familiares. Esta situación se agrava en el caso de los hogares migrantes, cuyos ingresos suelen ser más inestables y dependen en mayor medida de actividades informales o cuentapropistas. La combinación entre altos precios y volatilidad del ingreso explica la elevada proporción de hogares que destinan más del 40% de sus recursos al pago de la vivienda. El esfuerzo económico asociado a la vivienda se analiza en detalle en el apartado siguiente.
Una tercera barrera estructural se relaciona con la certificación y demostración de ingresos. Los requisitos formales exigidos por propietarios e inmobiliarias (recibos de sueldo, antigüedad laboral, contratos en blanco) resultan difíciles de cumplir para una población cuya inserción laboral está marcada por la informalidad parcial, la multiplicidad de empleos y el cuentapropismo. Esta brecha entre las formas reales de generación de ingresos y los mecanismos formales de validación opera como un factor de exclusión indirecta, incluso para hogares con capacidad efectiva de pago.
La disponibilidad y adecuación de la oferta constituye una cuarta barrera relevante. Una parte de la población señala que las viviendas disponibles en el mercado no se ajustan a sus necesidades en términos de tamaño, localización o precio. Esta situación es particularmente crítica para hogares con niños, personas mayores o integrantes con necesidades específicas de cuidado, que requieren viviendas con determinadas características que no siempre están disponibles en los segmentos accesibles del mercado.
Estas barreras estructurales no afectan de manera homogénea a toda la población venezolana. Los hogares de menores ingresos y aquellos que llegaron más recientemente enfrentan mayores restricciones y dependen en mayor medida de redes personales para acceder a una vivienda. En cambio, los hogares con trayectorias laborales más estables y mayor tiempo de residencia logran ampliar su margen de acción, aunque sin eliminar completamente las limitaciones impuestas por el mercado.
Desde una perspectiva más amplia, las barreras identificadas no pueden atribuirse exclusivamente a la condición migratoria, sino que se inscriben en un funcionamiento general del mercado de alquiler urbano que tiende a excluir a los sectores con ingresos inestables, trayectorias laborales no convencionales o falta de activos. Sin embargo, la población migrante resulta particularmente expuesta a estas dinámicas, ya que concentra varias de estas desventajas de manera simultánea.
La persistencia de estas barreras explica por qué la movilidad habitacional ascendente observada en el informe es, en muchos casos, una estabilización relativa más que una consolidación plena. Aun cuando se accede a contratos formales y a viviendas independientes, la inseguridad residencial, el esfuerzo económico elevado y la dependencia de redes continúan siendo rasgos estructurales de la experiencia habitacional de la población venezolana en Buenos Aires.
Acceso al Mercado de Alquiler
Una de las dimensiones más relevantes para caracterizar la sostenibilidad habitacional de la población venezolana en el AMBA es el esfuerzo económico destinado al alquiler. En la muestra, el 36,7% de las personas declara que el alquiler (y gastos asociados) se lleva más del 50% de su salario. A su vez, un 22,1% señala destinar entre 41% y 50%, y un 22,3% entre 31% y 40%. En conjunto, esto implica que más de 8 de cada 10 hogares (81,1%) destinan más del 30% de sus ingresos a la vivienda, superando umbrales de asequibilidad comúnmente utilizados para identificar situaciones de estrés residencial. El segmento restante (aproximadamente 15,8%) se ubica en niveles relativamente más “asequibles”, mientras que un 3,1% prefirió no responder.
Gráfico. Peso del alquiler en el ingreso por rango de ingresos. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
Este patrón se profundiza al observar el esfuerzo por nivel de ingresos. En el Grupo 1 (ingresos menores a $640.000), el peso del alquiler se vuelve crítico: 54,1% destina más del 50% de su salario a la vivienda y un 26,8% destina entre 41% y 50%. Es decir, 8 de cada 10 hogares del segmento más vulnerable asignan más del 40% del ingreso a sostener la vivienda, lo que deja márgenes mínimos para alimentación, transporte, salud o cuidados.
En el Grupo 2 (entre $640.000 y $1.280.000), la situación mejora pero sigue siendo restrictiva: el 37,3% supera el 50% y el 28,5% se ubica entre 41% y 50%. El esfuerzo continúa siendo alto incluso en el segmento mayoritario de la muestra, lo que sugiere que la “clase media frágil” sostiene el acceso al alquiler mediante sobreesfuerzos, recortes en otros consumos o estrategias de convivencia.
En el Grupo 3 (entre $1.280.000 y $1.920.000), el peso del alquiler disminuye, aunque persiste un núcleo considerable en situación de estrés: 29,8% por encima del 50% y 22,2% entre 41% y 50%. Finalmente, en el Grupo 4 (más de $1.920.000), el esfuerzo se reduce de manera marcada: solo 8,9% supera el 50% y 4,1% se ubica entre 41% y 50%. Este gradiente muestra que el mercado de alquiler opera como un mecanismo de segmentación: a medida que aumenta el ingreso, crece la probabilidad de sostener un contrato sin comprometer una porción excesiva del presupuesto.
El análisis de costos confirma que el gasto habitacional no se explica únicamente por el valor del alquiler, sino por la combinación sistemática entre alquiler y expensas, que en muchos casos representan un componente relevante del costo mensual total. En promedio, para quienes residen en CABA (66,9% de la muestra), el alquiler mensual promedio se ubica en $600.219, las expensas en $149.589, y el costo primario total de la vivienda asciende a $713.661.
Fuera de la Ciudad, se observan valores promedio inferiores, aunque no necesariamente “bajos” en relación con los niveles de ingreso del colectivo. En La Plata, el alquiler promedio ronda los $532.600, las expensas $93.571 y el costo total $576.266. En Zona Norte, el alquiler promedio alcanza $555.834, las expensas $122.153 y el costo total $626.720. En Zona Oeste, se registran los promedios más bajos ($456.350 de alquiler, $80.700 de expensas y $501.183 de costo total), mientras que Zona Sur presenta un alquiler promedio similar ($459.821) pero con expensas más elevadas ($125.307), alcanzando un costo total de $524.895.
Un aspecto relevante es que, al controlar por tipología (departamento) y cantidad de ambientes, los costos muestran cierta estabilidad relativa: la diferencia de zonas existe, pero no siempre alcanza para “resolver” el problema de asequibilidad cuando el ingreso está en los tramos bajos y medios-bajos.
Al focalizar en departamentos, se observan variaciones por cantidad de ambientes que ayudan a comprender el tipo de inserción residencial que está logrando la población. En monoambientes, el costo primario total promedio en CABA asciende a $653.484 (alquiler $530.084 y expensas $138.483). En Zona Norte, el costo total es $617.634 (alquiler $482.000 y expensas $156.326), mientras que en Zona Sur alcanza $505.625 (alquiler $436.250 y expensas $111.000). En Zona Oeste, el costo se ubica en $452.714 (alquiler $408.285 y expensas $62.200). La Plata aparece como el caso de menor costo en este segmento, con un total de $351.000 (alquiler $326.000 y expensas $50.000).
Gráfico. Precio promedio de alquiler, expensas y gastos en vivienda por cantidad de ambientes y zona. 2025.

Fuente: Elaboración propia en base a encuesta realizada por Tejido Urbano – Alianza por Venezuela,
En dos ambientes, el salto de costo es significativo. En CABA, el costo total promedio asciende a $847.650 (alquiler $704.711 y expensas $163.256). En Zona Norte, el costo total es $706.647 (alquiler $612.337 y expensas $118.913). En Zona Oeste, el total alcanza $567.233 (alquiler $509.840 y expensas $80.350). En Zona Sur, el costo promedio asciende a $607.777 (alquiler $504.444 y expensas $132.857).
Estos valores permiten formular una hipótesis central: el mercado al que efectivamente accede el colectivo se concentra en unidades pequeñas (monoambientes y dos ambientes) que funcionan como “piso” de entrada, pero que no necesariamente resultan óptimas en términos de espacio para hogares de mayor tamaño.
Un dato de lectura estructural es que el grueso de la colocación en el mercado se concentra justamente en estos segmentos (monoambiente y dos ambientes), mientras que la composición del hogar registrada en la encuesta muestra una presencia muy significativa de hogares de tres y cuatro personas. Esto sugiere un desajuste entre la oferta efectivamente accesible y las necesidades espaciales de una parte relevante de los hogares: se sostiene el acceso a la vivienda, pero potencialmente a costa de subocupación de espacio, hacinamiento relativo o necesidad de estrategias convivenciales (hogares extendidos o compartidos).
En términos de distribución territorial, el patrón de oferta-demanda se concentra en comunas con alta disponibilidad de unidades pequeñas y buena conectividad urbana. Dentro de CABA, se destacan Comuna 3, Comuna 1, Comuna 6, Comuna 13 y Comuna 5. Por fuera de la Ciudad, lideran Tres de Febrero y San Martín, lo que refuerza la idea de una inserción metropolitana vinculada a accesibilidad, oferta de alquiler y proximidad a centralidades urbanas.
El acceso al mercado de alquiler aparece condicionado por una ecuación persistente: ingresos tensionados + costos altos (alquiler/expensas) + oferta concentrada en unidades pequeñas, lo que produce un escenario de estrés económico y, en varios casos, de adecuación residencial subóptima. Esta dimensión es clave para comprender por qué la estabilidad habitacional observada en etapas posteriores del proceso migratorio es, en muchos casos, una estabilidad relativa, sostenida mediante esfuerzos intensivos y estrategias de adaptación.
Cierre y proyección de la investigación
El presente informe constituye la primera etapa de una investigación más amplia orientada a comprender las condiciones de acceso a la vivienda, las trayectorias residenciales y los niveles de sostenibilidad habitacional de la población venezolana residente en el Área Metropolitana de Buenos Aires. A partir de una estrategia cuantitativa, este trabajo permitió dimensionar la magnitud del fenómeno, identificar patrones estructurales y visibilizar las principales tensiones que atraviesan la vida cotidiana de los hogares venezolanos en el AMBA.
Sin embargo, los procesos migratorios y habitacionales no se agotan en los indicadores. Las trayectorias residenciales están atravesadas por decisiones, emociones, rupturas, expectativas y estrategias familiares que exceden lo estrictamente mensurable. En ese sentido, esta investigación se concibe como un proceso en etapas, en el que el análisis estadístico constituye un punto de partida necesario, pero no suficiente, para comprender en profundidad la experiencia de habitar la migración.
Segunda etapa: Cuéntame Venezuela. Historias de la migración y el hábitat
La segunda fase de la investigación se desarrollará a través del proyecto Cuéntame Venezuela – Historias de la diáspora en Buenos Aires, una iniciativa de carácter cualitativo que propone recoger, a través de entrevistas en profundidad y dispositivos narrativos, los testimonios de personas migrantes venezolanas en relación con sus trayectorias migratorias, laborales y habitacionales.
Cuéntame Venezuela se concibe como un escenario itinerante y un laboratorio de la palabra: un espacio de escucha activa y mirada atenta, donde compartir, por un momento, un territorio afectivo y simbólico hoy distante. El proyecto funciona como un puente artístico y social entre Venezuela y Argentina, visibilizando las huellas de la migración a partir de relatos personales, encuentros culturales y producciones colaborativas. Su objetivo es promover la empatía, la integración y la reflexión colectiva sobre la diversidad, la interculturalidad y el derecho a habitar.
A través del diálogo y de la mirada del otro, este abordaje cualitativo permitirá profundizar en los sentidos que adquiere el hábitat para las personas migrantes: la vivienda como refugio, como esfuerzo, como proyecto postergado o como anclaje de pertenencia. La construcción de un cuerpo de relatos y obras colaborativas trasciende su valor testimonial: se configura como un tejido de memorias migrantes que forma parte de un legado familiar, comunitario y colectivo.
Tercera etapa: líneas de acción y políticas para abordar la inestabilidad habitacional
La tercera etapa del proyecto estará orientada a la formulación de propuestas de acción y lineamientos de política pública, a partir de los hallazgos cuantitativos y cualitativos de la investigación. El objetivo es traducir el diagnóstico en herramientas concretas que permitan intervenir sobre las problemáticas detectadas y establecer prioridades de intervención en materia de hábitat, integración y protección social.
De manera preliminar, los resultados de esta primera etapa permiten identificar un conjunto de estrés estructurales que atraviesan la experiencia habitacional de la población venezolana en el AMBA:
- Estrés económico habitacional, asociado al elevado esfuerzo que realizan los hogares para sostener el alquiler. La alta proporción de ingresos destinada a la vivienda se consolida como el principal problema de la vida cotidiana, condicionando el acceso a otros bienes básicos y aumentando la vulnerabilidad ante cualquier interrupción del ingreso.
- Estrés social y convivencial, vinculado a los niveles de hacinamiento relativo, a la persistencia de hogares extendidos o compartidos y a estrategias de convivencia forzadas como mecanismo de ajuste económico. Estas dinámicas impactan en la calidad de vida, en la privacidad y en la sostenibilidad de los vínculos familiares y comunitarios.
- Estrés laboral, producto de la elevada carga de trabajo que deben asumir los hogares para sostener el acceso a la vivienda. Jornadas extensas, múltiples empleos y sobreocupación conviven con una baja correspondencia entre nivel educativo y calidad del empleo, en una población altamente calificada pero subutilizada en el mercado laboral.
- Estrés de proyección futura, relacionado con la ausencia de sistemas de cuidado, protección social y seguridad previsional. El envejecimiento sin cobertura, la dificultad para sostener a personas mayores a cargo y la percepción de la vivienda propia como un horizonte lejano configuran un escenario de incertidumbre de mediano y largo plazo.
- Estrés administrativo e institucional, vinculado a los cambios recientes en los marcos normativos y en los procedimientos de acceso a residencias y ciudadanía. Los retrasos y modificaciones en los procesos de regularización impactan de manera directa en el acceso al empleo formal, al alquiler y a derechos básicos, reforzando la precariedad residencial.
En conjunto, estos ejes permiten pensar la experiencia de la migración venezolana en Buenos Aires como una experiencia sostenida por un esfuerzo constante (económico, laboral, emocional y administrativo) que posibilita una estabilidad relativa, pero frágil. Reconocer este esfuerzo, hacerlo visible y traducirlo en políticas de hábitat e integración constituye el desafío central de las etapas siguientes de la investigación.
Este informe, por lo tanto, no busca cerrar un diagnóstico, sino abrir una agenda: una agenda que articule datos, relatos y propuestas para pensar el derecho a la vivienda y a la ciudad desde la experiencia concreta de quienes hoy habitan la migración.
