Uno de los barrios más particulares de Buenos Aires y, al mismo tiempo, extremadamente representativo de la idiosincrasia porteña. Un posible recorrido por La Boca, un territorio acostumbrado a vivir en esa tensión.
Por: Fernando Bercovich
Así como en las postales de Montevideo las apariciones más habituales son las calles de la Ciudad Vieja y en la de Ciudad de México los imanes que compran los turistas muestran la imágen del Zócalo o el monumento a la Revolución, en Buenos Aires hay dos opciones bastante claras para los souvenirs que se consiguen en cualquier local del centro porteño: el Obelisco o Caminito. La calle más famosa de La Boca aparecería sin dudas en esa postal elegida por un visitante destinada a ocupar un espacio en la heladera de algún hogar en Brasil, Canadá o vaya uno a saber de qué rincón del planeta.

Es que La Boca es el barrio que más representa a la ciudad en su totalidad y, extrañamente o justamente por eso, es aquel con mayores particularidades. Una persona que no conoce en detalle Buenos Aires puede confundirse Palermo con Villa Crespo, Belgrano con Núñez o Villa Urquiza con Colegiales y nadie se sorprendería por ello. Pero raramente alguien confundiría a La Boca con otro barrio porteño.
La Boca tiene un carácter local y global a la vez. Es pueblo y mundo simultáneamente sin que esa convivencia de cualidades configure un oxímoron, una contradicción. Como dijo Martín Cohan, “Boca conserva todas las características del arraigo barrial y lo combina con la proyección a escala mundial. Los equipos en general tienen una envergadura de resonancia internacional o mantienen el encanto de la pertenencia al barrio. Boca combina las dos escalas”, El escritor se refiere al club Boca Juniors, pero su análisis vale perfectamente para el barrio que cobija a la Bombonera.
La Boca, de ahí su nombre, se desarrolla a orillas del Riachuelo, el cuerpo de agua que cruza el barrio y desemboca en el Río de La Plata, que más al sur se convierte en mar y después en océano. De nuevo, del barrio al mundo.
Sin ser estrictamente de los “barrios originales” de Buenos Aires como San Telmo, Barracas, Constitución, Monserrat o San Nicolás, La Boca ocupó un lugar central en la configuración de la ciudad tal como la conocemos hoy. De hecho, es el primer territorio argentino que pisaron los adelantados españoles en 1536 al mando de Pedro de Mendoza en el primer intento -fallido- de fundación de Buenos Aires, resistido por los querandíes. En realidad, la historiografía señala que la ciudad amurallada que levantaron Mendoza y los suyos se situó donde hoy está el Parque Lezama, que marca el límite con La Boca del lado de San Telmo. La decisión de instalarse en ese preciso lugar, más alto que el resto, tenía que ver con que la zona por la que habían ingresado a orilla del Riachuelo era baja y anegadiza. Desde la primera fundación de la ciudad, La Boca aparecía como un territorio protagónico, entrada y salida al resto del mundo, pero al mismo tiempo peligroso.
Más tarde, esa centralidad estuvo dada, en términos económicos y demográficos, por el puerto. Durante mucho tiempo fue la puerta de entrada exclusiva de los bienes y -más importante aún- las personas a la capital rioplatense. Las propias casas de chapa pintadas de distintos colores en Caminito y otras áreas del barrio tienen su origen en que sus habitantes construyeron casas con sobras de diferentes embarcaciones en desuso o restos que sobraban de los astilleros. En términos políticos, su proximidad a los edificios donde se tomaban las decisiones le daría un lugar primordial a La Boca, así como también su relativa cercanía a los edificios religiosos y educativos de Manzana de Las Luces le darían un peso específico en materia cultural.
La República
El desarrollo urbano de La Boca se dio a la par de las olas migratorias del siglo XIX, y en particular en el sur de la Capital se asentaron las familias provenientes también del sur, pero de Italia. Hasta bien entrado el siglo XX el barrio era un territorio dominado por lenguas y costumbres ajenas a aquellas que los líderes de entonces buscaban imponer para generar el sentimiento nacional que necesitaba un Estado que todavía no terminaba de nacer.
En algún punto como contracara de Recoleta, otro de los “desprendimientos” de la centralidad urbana de aquella época, en los márgenes del Riachuelo habitaba la clase obrera incipiente que trabajaba en el puerto y los astilleros que requería el modelo agroexportador. Era una clase obrera en su mayor parte importada de fábricas italianas y muchos de sus miembros habían estado vinculados en mayor o menor medida con ideas anarquistas, socialistas y comunistas, entre otras que no se llevaban demasiado bien con la autoridad y la imposición de costumbres.
La disputa llegó a su máxima expresión cuando las familias de los comerciantes italianos, en particular llegados desde Génova, fundaron su propio país. Aunque no haya registros que lo prueben, el mito cuenta que un grupo de vecinos del barrio fundaron la República Independiente de La Boca. Y para ponerle más pimienta algunas fuentes cuentan que el propio Julio Argentino Roca se apersonó en el lugar donde los genoveses habían izado su propia bandera, la bajó y obligó a izar la argentina. La historia está muy probablemente magnificada y no hay registros fehacientes que confirmen la voluntad separatista de los boquenses, pero lo que sí es cierto es que en esos tiempos en La Boca era más común escuchar hablar xeneize -el dialecto genovés- que castellano y que existía una identidad que no encajaba del todo en ese Estado nacional que se intentaba forjar desde arriba.
Más allá del mito, las sucesivas Repúblicas de La Boca sí cuentan con registros concretos como crónicas en diferentes medios gráficos de la época. En 1907, dos años después del nacimiento del club Boca Juniors, se fundó la I República de La Boca, que contó con un gabinete y con un diario propio titulado Quiquiriquí escrito por un grupo de personas llamados Los Contreras de Quintana por su oposición al presidente de entonces, Manuel Quintana, quien tenía una actitud particularmente represiva con el incipiente movimiento obrero que empezaba a gestarse en el país. Es que, más allá de la idiosincrasia genovesa, en la I República de La Boca ya estaba plasmada la identidad obrera del barrio.
Estos boquenses organizaban fiestas y actividades culturales pero también tenían posicionamientos políticos claros y reclamos relacionados con el territorio, varios de los cuales perduran hasta hoy. Dos de sus propuestas, por ejemplo, tenían que ver con factores ambientales que afectaban la zona. Una era levantar levantar el nivel del barrio en dos metros de altura para evitar que se inundara continuamente. El otro, obligar a las fábricas a instalar hollineros para reducir la contaminación del aire. Todavía hoy, en particular en torno al saneamiento del Riachuelo, los reclamos vecinales se concentran en torno a lo ambiental.
Años después, Benito Quinquela Martín fundaría la II República de La Boca con características más artísticas aunque también con un claro tinte político y en los ochentas nacería la III República de La Boca. El origen de esta tercera versión también tiene una raigambre muy urbana ya que se conformó al calor de la defensa del edificio histórico del Nuevo Banco Italiano, el cual había quebrado y querían demoler para levantar edificios nuevos. El grupo de vecinos se organizó y logró que allí se emplace el Museo Histórico de La Boca que funciona hasta hoy en día y que alberga gran parte de estos relatos.
El barrio padeció especialmente la política económica de la dictadura y el cierre definitivo de su puerto. Mayor desempleo, caída en la actividad comercial y de servicios, entre otros factores provocaron un agudo decrecimiento poblacional, sobre todo en los años 80. Para 1991 la cantidad de habitantes de La Boca había bajado a 46.277, o sea un 40% menos con respecto a aquel máximo histórico de 1914 y aproximadamente los mismos habitantes que tiene hoy.
El estadio y el barrio
Como ya dijimos, el club y el barrio en algún punto son la misma cosa. Pero así como muchos clubes le darían identidad a distintos barrios porteños, con La Boca sucede, en algún punto, al revés. Para el 3 de abril de 1905, fecha de nacimiento de Boca Juniors, el barrio ya tenía mucha historia encima. Con el estadio pasa algo similar. Hoy es imposible imaginar a La Boca sin la Bombonera, pero el estadio se erigió una vez que la trama urbana del barrio ya se había consolidado.
Como relata Juan Becerra en La Bombonera: intimidad del mundo exterior, “quienes la construyeron se enfrentaron al desafío de situarla en un lugar imposible: tenía que entrar ahí en el corazón del barrio, como una fortaleza pero también como una casa más del vecindario (…) La cancha y el barrio son una misma cosa”.
El proyecto del ingeniero José Luis Delpini y el arquitecto esloveno nacionalizado argentino Viktor Sulčič -el mismo del mercado del Abasto- se tuvo que adaptar a un terreno acotado que poseía el club, en el que se emplazaba el viejo estadio de hierro y madera. El 25 de mayo de 1940, la misma fecha que el primer gobierno patrio cumplía 130 años, se inauguró La Bombonera en el mismo lugar que todavía está hoy, rodeada de casas y al costado de vías de tren por los que todavía pasan vagones con containers que entran y salen de la ciudad.

Su nombre, según una de las versiones, se debe a que Sulčič agarró una caja de bombones de cristal que le habían regalado para su cumpleaños con el fin de mostrarle al presidente del club la forma que tendría el estadio para hacerla encastrar en territorio. El presidente en ese entonces era Camilo Cichero, quien le daría nombre oficial a la Bombonera durante casi dos décadas. Otras de las versiones, menos probable, señala que el nombre del estadio más lindo de todos tiene un origen racista: desde arriba, los hinchas de Boca despectivamente llamados “cabecitas negras”, parecían bombones uno al lado del otro.
¿Se llama gentrificación lo que pasa en La Boca?
La Comuna 4 -a la que pertenece La Boca junto con Pompeya, Parque Patricios y Barracas- exhibe los peores índices de hacinamiento de la Ciudad: en el 11,4% de las viviendas hay entre dos y tres personas por habitación y en un 3,1% con hay hacinamiento crítico, es decir más de tres por habitación. Son cifras que triplican al promedio del territorio porteño. Según estadísticas oficiales, además, el 15,4% de las familias de la Comuna poseen una tenencia precaria de su vivienda, lo que los pone en un nivel alto de exposición a desalojos, una palabra que recorre como un fantasma el barrio.
El precio del metro cuadrado en La Boca es de los más bajos de la Ciudad, pero promete subir a causa de obras de embellecimiento urbano, mejora de la infraestructura y el encarecimiento de otros barrios, entre varios factores, como por ejemplo, el tan ansiado saneamiento del Riachuelo.
Según Natalia Quinto, de la agrupación La Boca Resiste y Propone el barrio cambió mucho en los últimos años: “la planificación urbana que se lleva adelante desde el gobierno porteño es la reconversión absoluta del barrio transformando la identidad en un producto sin contemplar cuáles son los cambios necesarios sino cuáles son los convenientes para la plataforma de negocios de los desarrolladores inmobiliarios”.
La política de distritos, por otro lado, es un elemento que terminó presionando más sobre el valor del suelo y el destino de los inmuebles. Las exenciones impositivas a determinadas empresas -en el caso de La Boca, presuntamente vinculadas a actividades artísticas- encarecieron el suelo urbano poniendo en riesgo constante de desplazamiento a la población histórica del barrio.
La organización LBRYP acompaña a familias en 280 causas por desalojos en el barrio: “En la gran mayoría de los casos los desalojos se terminan llevando a cabo después de pocos meses”, cuenta Natalia. Otra amenaza es el alquiler turístico, que si bien aún es un fenómeno incipiente en La Boca, puede recibir impulso del proyecto de una nueva Bombonera con algún tipo de reconversión urbana en sus alrededores. Según AirDNA, en La Boca hay apenas 88 unidades ofertadas, que representan el 0,3% del total de la Ciudad. Los turistas inundan el barrio pero no duermen en él. Sus barrios vecinos tienen muchas más: San Telmo oferta 801 unidades, Constitución tiene 363 y Barracas, 229. No hay nada que indique que la ola no caiga sobre el barrio.
Las viviendas vacías también son un común denominador del barrio y cada vez son más en La Boca y sus alrededores. El 9,7% de las viviendas de la Comuna 4 estaban vacías en 2018, un número similar al del promedio de la Ciudad de Buenos Aires (9,2%). Sin embargo, en 2023 ese número trepó hasta el 14,2% (equivalente a 12.431 viviendas) y se colocó muy por encima del promedio del territorio porteño (12,6%). El resultado de un área que crece en metros cuadrados a la espera de revalorizarse pero no en cantidad de personas viviendo en ella.
Fernando Bercovich

Sociólogo de la Universidad de Buenos Aires. Cursó maestrías en Sociología Económica de la Universidad de San Martin y en Ciudades en The New School, Nueva York. Coordina el Área Urbana del Centro de Estudios Metropolitanos y forma parte del equipo de Derecho a la Ciudad de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia. Además, escribe en Cenital y tiene una columna en Radio con Vos.
